Dado que un vestido recto no va a seguir las líneas del cuerpo, lo ideal es elegir un modelo que sobresalga por su estampado y/o diseño, que le otorgue encanto y cuyo color nos siente especialmente bien. Sin duda este tipo de vestido corto te encantará si buscas centrar la atención en las piernas. La comodidad que brinda, a su vez, un vestido con estas características constituye otro claro punto a favor del mismo. ¿Un detalle adicional? Su acertada manga tres cuartos, tan idónea para los agradables días de entretiempo.

Tanto el color (vibrante) como el diseño (llamativo) del vestido hacen un inconfundible guiño a la estética propia de los 60’s, lo que me ha inspirado y llevado a elegir complementos en esa línea.

Las sandalias en un “escandaloso” amarillo, combinadas con el azul turquesa, evidencian la osadía que marcó toda una época, reflejada en un rebelde juego de contrastes. El altísimo tacón cuadrado acentúa, al mismo tiempo, el carácter “mini” del vestido. Por su parte, el divertido bolsito “caniche” es el encargado de sacar esa esencia little girl, símbolo sixties que ha sobrevivido al paso del tiempo.

¿El peinado?

Una melena ligeramente cardada encaja perfectamente en este outfit en clave vintage.

¿Los complementos extra indispensables?

Unas gafas de montura blanca de aspecto “retro” y unos desiguales pendientes geométricos con cristales en turquesa y lima.

Unas pestañas bien cargadas, adivinadas a través del cristal de las gafas, y un toque de brillo en los labios rematan este “insolente” estilismo

Un atrevido look que rompe “las actuales reglas del juego”.